El secreto de mi felicidad está en no esforzarse por el placer, sino en encontrar el placer en el esfuerzo. André Gide
Por fin ha llegado el día tan esperado de la marcha de Colmenar Viejo. Es la primera vez que vamos a participar en ella y la primera vez también que realizamos una marcha de tantos kilómetros. Todas las buenas referencias que tenemos sobre la organización se van a quedar cortas, dadas las incidencias surgidas. Sin adelantar acontecimientos, nos presentamos en la línea de salida con la anticipación que nos caracteriza, por lo que aparcamos sin ningún problema y muy cerca de la carpa donde entregan los dorsales. Recogemos éstos junto con la bolsa de regalos, con el esperado maillot. A ver si llega el buen tiempo y lo podemos lucir. Como es muy pronto, nos metemos en el coche y empieza a diluviar. Mala señal. Sin embargo, alguien de la organización, en una muestra más de su eficiencia, ha debido hablar con el responsable del tiempo porque comienza a clarear y la lluvia nos da una tregua que en nuestro caso se prolongará hasta el término de la ruta. Después de calentar ligeramente, y con poco retraso para lo que se acostumbra en estos eventos, se da la salida. No se forman embotellamientos, y los primeros metros, por carretera y en pendiente, sirven para poner a cada uno en su lugar. Enseguida abandonamos el asfalto y tomamos una pista que va alternando todos los estados posibles: cuesta arriba, cuesta abajo, cuesta arriba con torrentera, vadeos de charcos piscineros, pequeños tramos de trialeras, descensos vertiginosos... En todos los casos, por paisajes dignos de ser contemplados con más sosiego. A todo ello, por una ruta perfectamente señalizada y con muchos miembros de la organización que nos marcaban ¡hasta las curvas peligrosas!. Poco antes del primer avituallamiento, atravesamos una carretera, creo que la de San Agustín de Guadalix, y está cortada al tráfico por miembros de la Guardia Civil y de la organización (¡se siente uno muy importante!). Paramos brevemente en el avituallamiento, para reponer bebida y picar algo de lo que nos ofrecen en bandejas (¡increíble!). Continuamos por una pista de asfalto en continuo sube y baja hasta que alcanzamos el carril bici. Aquí sopla un molesto viento, pero vamos progresando hasta coger el desvío de bajada hacia el arroyo Tejeda. Comenzamos los vadeos, por un río más apropiado para practicar rafting. Cuando cruzamos por última vez el arroyo, donde estaban situados dos miembros del club ciclista Colmenar Viejo grabando y tomando fotos, oímos un estampido y solo nos queda comprobar el desaguisado: mi hermano ha reventado la cubierta trasera. En un principio, intentamos hacer un apaño con un trozo de cámara, pero el agujero es tal que no tiene solución. ¡Con lo bien que íbamos!. Al poco rato, aparece un todoterreno de protección civil, les comentamos la incidencia y llaman por tfno. al equipo de rescate. Nos quedamos esperando junto a los miembros de la organización, que siguen con sus cámaras inmortalizando a todos los participantes. Pasados unos minutos, vuelven los de protección civil y nos comunican que la furgoneta no puede llegar hasta donde nos encontramos, por lo que debemos acercarnos andando hasta el 2º avituallamiento. Iniciamos el paseíllo, pero antes del primer km, aparece un ángel de la guarda en forma de quad de la organización. Ni corto ni perezoso, echa encima la bici y de copiloto a mi hermano y le lleva hasta el avituallamiento, mientras que yo me acerco en la bici. Allí, el mecánico casi se disculpa porque no dispone de cubiertas. Hombre, si las hubiera tenido, lo siguiente habría sido que nos sustituyera un rato dando pedales. El tiempo que pasamos esperando a la furgoneta, lo aprovechamos para admirar la labor de los voluntarios. Unos se encargaban de las bebidas, otro con un spray en la mano para engrasar las bicis, el mecánico, el encargado del caldito, del que dimos buena cuenta, un chaval iba entregando las barritas energéticas a los ciclistas antes de que se bajaran de la bici... Un verdadero lujo. A todo esto, la furgoneta de rescate, de "Juanito el carpintero", había intentado llegar hasta donde estábamos, lo que casi le cuesta quedar atrapada en el barro. Cuando al fin llega, nos lleva hasta la línea de meta junto con otro ciclista que se retira exhausto en este punto. Entre unas cosas y otras, han pasado casi dos horas desde el reventón, por lo que enseguida empezamos a ver en la llegada bikers con los que habíamos compartido parte de la ruta. Calculamos por ello que nuestro tiempo podría haber estado entre 4 h y 4 h 15'.
A toro pasado, ésta es sin duda la mejor marcha en la que hemos participado. Duele más por ello no haber podido completarla. Eso sí, la participación el próximo año está asegurada.
Solo queda reiterar el agradecimiento por habernos sacado del apuro, especialmente al crack que llevaba el quad (no nos quedamos con su nombre) y a Juanito el carpintero, que llevaba la furgoneta.
Por cierto, abusando de la generosidad del club ciclista Colmenar Viejo, he tomado prestadas de su web las fotos que aparecen en esta crónica.
Muchas gracias por todo.
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