domingo, 24 de febrero de 2008

24-2-08. Rally de los embalses. Galapagar

Un egoísta es una persona que piensa más en sí misma que en mí.
Ambrose Bierce

Un año más, hemos tenido la oportunidad de participar en esta marcha o carrera, según el objetivo y las ganas de cada cual. Al igual que nos pasó hace tres semanas en Valdemorillo, el día se presentaba amenazante, con ligero sirimiri, aunque quizá sin tanto frío. Antes de nada, hay que agradecer a la Peña Ciclista Rompepiernas el esfuerzo realizado, con muchísimos voluntarios poniendo su granito de arena para intentar que todo saliera a la perfección. Digo esto porque en la crónica van a salir a relucir algunos problemillas vividos y no quisiera que se interpretaran como una queja. Simplemente, los menciono como anécdotas surgidas en un acontecimiento de esta magnitud, que por supuesto deberían ser solventados si puede ser en posteriores ediciones, pero que en nada empañan el esfuerzo realizado. Es verdad también que parte de los problemas los ocasionamos los propios corredores, con actitudes a todas luces incívicas .
Iniciamos la jornada con la recogida de dorsales. Aunque nosotros madrugamos y no tuvimos problemas, enseguida se formaron colas que incluso obligaron a una demora en la salida. Es éste un problema al parecer crónico de esta marcha. Recuerdo que el año pasado también hubo quejas al respecto. Después de calentar un poquito, seguimos las instrucciones del locutor y nos colocamos para la salida dentro del recinto vallado y habilitado para tal fin. Aquí se produce el primer acto incívico por parte de numerosos bikers, que se colocan por delante de las vallas, despreciando de esa manera a los que sí que estamos actuando correctamente. No es que nosotros tengamos intención de disputar la carrera, pero fastidia la
actitud de tanto listillo. A pesar de estar al principio del recinto vallado, en realidad podíamos encontrarnos en el lugar 700 de 1.000 bikers. Esto tiene como consecuencia directa tragarnos todos los tapones que se forman en los primeros senderos. Tras una larga salida neutralizada por las calles del pueblo, se da la salida real . Para cuando nosotros empezamos a pedalear, los primeros debían estar a 1 km de distancia. Hasta llegar a la urbanización Los Jarales, en la carretera de Torrelodones, marchamos bien, pero una vez pasada ésta, tomamos un estrecho sendero y se forma el inevitable tapón hasta que el pelotón se coloca en fila de a uno. Y claro, colocar a cientos de bikers en fila india lleva su tiempo. Llegamos enseguida a La Navata, donde está situado uno de los alicientes de la jornada, la durísima subida de la calle Marcelino Capelo, 800 ml de progresiva pendiente, hasta obligar a colocar el plato pequeño los más, y echar pie a tierra algunos. Nada más coronar, nos encontramos con otro control, creo que el segundo, y se produce una situación surrealista. La señora encargada de sellar, en un exceso de celo, decide que como el rotulador se borra con la lluvia, es más efectivo perforar el dorsal. Y ahí tenemos a la buena mujer con el destornillador de estrella de una multiherramienta dale que te pego al agujerito. La aglomeración que se forma es digna de las mejores épocas de la Unión Soviética, cuando no se podían quejar (o sea, ¿que les iba bien?;¡no, no, que no se podían quejar!). A partir de aquí, venía para mí la parte más agradable del rally. He de reconocer que una pequeña parte de la subida al cementerio la hice por la carretera. Después, a buen ritmo llegamos a la ermita, bajamos a la urbanización e iniciamos el paraíso del MTB, los senderos de los Arroyos. Solamente por este tramo, ya merece la pena la marcha. A su término, donde comienza la carretera, nos encontramos con el primer avituallamiento. Me tomo una barrita de las que llevaba y decido seguir sin parar, todo sea por mejorar mi posición. Iniciamos la subida a la ermita de Colmenarejo y a su término giramos a la derecha, en dirección a la carretera de Valdemorillo. En el descenso que había hasta la carretera, en el último cruce antes de la misma, se produce el despiste de la jornada. Íbamos una grupeta de unos 20 y en ese cruce, en el que no había nadie, en vez de girar a la derecha tiramos de frente. Cuando llegamos a la carretera pero en otro punto nos damos cuenta del error y volvemos para atrás. Cuando de nuevo llegamos al cruce de marras, estaba ya el paisano indicando la dirección correcta. Se conoce que se había ausentado por alguna urgencia fisiológica. Cuando uno de la grupeta le recrimina el despiste generado, el hombre se mosquea ligeramente (vamos, se acuerda de nuestra familia). A partir de aqui, una vez atravesada la carretera de Valdemorillo, zona de senderos bastante técnicos alternando con pistas hasta llegar al gran descenso del día. Muy divertido, lo afronto con ganas y en compañía de más bikers. Se llega así a la pista del Canal, al final de la cual está situado el segundo avituallamiento. Poco antes había dado buena cuenta de la segunda barrita energética que llevaba, por lo que tampoco paro. Al hacer la curva de herradura, descubro con alegría al otro lado a mi hermano, al que no había vuelto a ver desde la salida. Y no nos habíamos visto aunque nos separaban escasos 200 mts. En este punto empiezo a notar que las patas han perdido alegría. Precisamente ahora, cuando se inicia el ascenso más duro. Un poco más adelante, una vez abandonado el asfalto y ya en pista en buen estado, sellamos en el último control y comenzamos el tramo más empinado. Mis peores augurios se cumplen: he pillado......¡el pajarón de España!. No es necesario dar muchos detalles de mi estado. No subo de pulsaciones sencillamente porque no puedo dar pedales. En las zonas más duras, debo echar pie a tierra. La subida hasta la pista ancha se convierte en un suplicio, pero una vez llegado a esta última, sigo con mi agonía. ¡Con decir que las cuestecillas de los Ranchos las subo con el plato pequeño!. Calculo que en unos 5 km me adelantarían entre 80 y 100 ciclistas. Cuando llego a la zona asfaltada, ya en Galapagar, me empiezo a encontrar mejor y puedo acelerar un poco. Eso sí, sin muchas alegrías. Cuando iba tan mal, miraba todo el rato para atrás pensando que mi hermano me adelantaría en cualquier momento. No imaginaba que, en solidaridad conmigo, también había pillado una pájara. ¡ Qué detalle!. Pero bueno, todo llega a su fin y consigo entrar en meta con un tiempo de 3h 19', en la posicion 403. Con la cara descompuesta y 5 minutos más tarde, entra mi hermano en el puesto 419. El cuenta marca 56 km. No sé cuanto se habrá añadido en el tramo del despiste. Dado nuestro lastimoso estado, nos dirigimos a pillar algo de comer, pero al ver la cola (una más en el dia) desistimos y nos vamos a mi casa.
Veo en las clasificaciones que solo han terminado o han entrado en tiempo 473 ciclistas. Si han entrado más pero no se les han tomado los tiempos, me parece un poco injusto. El esfuerzo de terminar una ruta tan exigente creo que se merece la honrilla de aparecer en las clasificaciones.
A modo de conclusión, y ahora que han pasado 24 horas, solo pienso en la edición del próximo año y en prepararme mejor para ir avanzando en tiempos y clasificaciones. A pesar de los pesares, creo que es una marcha que merece la pena. Los que vivimos en la zona y conocemos perfectamente el terreno sabemos de las muchas posibilidades que tenemos para disfrutar del MTB. Que además lo podamos hacer una vez al año en compañia de tantos ciclistas, con el ambiente que se crea, es un suplemento añadido.
En los días previos a la marcha, me han servido de gran ayuda los consejos y datos que proporcionaba en http://www.foromtb.com/ un tal "Alcon". Por lo visto era el encargado de diseñar el circuito. Acabo de leer que se retira de la organización. Aunque no tengo el honor de conocerle personalmente, creo que es de justicia felicitarle por el trabajo realizado en el diseño de la ruta.

domingo, 3 de febrero de 2008

3-2-08. Marcha de Valdemorillo

Todos los que parecen estúpidos, lo son y, además también lo son la mitad de los que no lo parecen.

Francisco de Quevedo

Es un buen día hoy para utilizar adjetivos grandilocuentes: dantesco, épico.....¿Y como era eso de luchar contra los elementos?.


Esta mañana, el día se presentaba difícil, pero nuestro natural optimismo quizá nos ha impedido ver con claridad la que se nos venía encima. En el trayecto a Valdemorillo, el elemento más significativo era la niebla. Nos consolábamos comentando que no parecía hacer mucho frío. Ya en el pueblo, tenemos la suerte de aparcar cerca de la salida (ventajas de madrugar, otra de las manías familiares) y nos dirigimos hacia el polideportivo, a recoger el dorsal y la bolsa con los regalitos típicos de estas marchas. No se puede decir que se hayan estirado mucho. Una braga de B-Pro, una revista, una barrita energética y un folleto de Shimano. Como para tirar cohetes. Bajo un ligero sirimiri, nada molesto, nos colocamos en la línea de salida. Con el volumen a toda pastilla, el speaker nos deleita comentándonos los pormenores de la marcha y presentando al equipo olímpico español de MTB, participantes de lujo. En repetidas ocasiones, hace referencia a la dureza de la parte final para los que opten por la ruta larga, la de 50 km. En ese momento, nos parece un pesado. ¡Qué razón tenía el santo varón!. Con menos retraso de lo habitual, comienza la ruta. El inicio es similar al del año pasado. Después de atravesar el pueblo, afrontamos enseguida una dura subida en la cual, debido al atasco que se forma, debemos echar pie a tierra en algún tramo. Al poco, comienza a llover con ganas, una lluvia que ya no nos abandonaría. Con ligeros cambios con respecto al año pasado, nos encaminamos al primer avituallamiento, situado en el cruce con la carretera del Escorial, a la altura de la urbanización Valmayor. Habíamos quedado en saltarnos esta parada y continuar hasta la siguiente. Por pistas en buen estado, seguimos hacia Valdemorillo, bordeando la urbanización Paraíso. Ya de nuevo en el pueblo, subimos por la urbanización Pino Alto y nos dirigimos hacia el embalse. Nos sorprende ver a bastante gente dándose la vuelta, sin ni siquiera tomar la opción de hacer la ruta corta. Un poco más adelante nos encontramos con el cruce donde debemos decidir qué ruta tomar. Ni lo pensamos. La bajada hasta el embalse se convierte en un suplicio por la falta de visibilidad. Hace ya muchos kms que hemos prescindido de las gafas, totalmente opacas por el barro y ahora, tenemos que poner expresión oriental para intentar mantener limpia la mirada, en sentido estricto. Inmediatamente después, se inicia una subida de las de pie a tierra en el primer tramo y fuertes pendientes a continuación. Menos mal que al final de la misma estaba el segundo avituallamiento, donde sí que paramos. Aquí nos encontramos con la desagradable sorpresa de un pinchazo en la bici de mi hermano. Para darle más sentido al día, era inevitable que no nos funcionaran las bombas a ninguno de los dos. Menos mal que siempre hay un compañero solidario como el que nos prestó la suya (¡gracias!). Pero no éramos conscientes de que lo más duro estaba por llegar. Después de un largo y prudente descenso, vadeamos un río con el agua por las rodillas. A partir de aquí, iniciamos el calvario de la jornada. En principio, podemos mantenernos pedaleando, pero la gran cantidad de barro que se acumula en la bici hace que tengamos que bajarnos. Comenzamos un duro tramo de empujabike, con momentos en los que las ruedas se quedan prácticamente bloqueadas. Además, comienzo a sentir calambres en los cuádriceps de la pierna derecha. Menos mal que solo me molestaban al caminar. Cuando mejora un poco el terreno y podemos pedalear de nuevo, los cambios funcionan pésimamente, con saltos de la cadena en cualquier desarrollo. También fallan los frenos, aunque en nuestro caso, al ser de disco se comportan algo mejor. Una vez remontada la pendiente, un miembro de la organización situado en un cruce nos informa que solo quedan 5 o 6 km. Este tramo ya lo conocemos del año pasado. En el punto en que estaba situado entonces el 2º avituallamiento, se gira esta vez a la derecha. Por una suave pendiente, la última de la jornada, llegamos a la línea de meta. Otra de las averías es que se nos ha estropeado a los dos el cuentakilómetros, por lo que desconocemos tanto el tiempo como la distancia. En cuanto a la distancia, por lo que he leído en los foros, anda alrededor de los 47 km. Nuestro tiempo, más o menos 3 h 45 min. Dadas las circunstancias y el tiempo perdido con el pinchazo, creo que es para sentirnos satisfechos. Después de llegar nosotros, siguieron entrando bikers. Mientras nos quitaban los dorsales, dos que estaban a nuestro lado y que entraron con nosotros comentaban que habían hecho la ruta corta. Unos y otros nos ganamos una buena siesta (y una buena ducha). Para rematar la faena, nos acercamos a la gasolinera a limpiar un poco las bicis. Y ya por fin, nos montamos en el coche y de vuelta para casa, a intentar entrar en calor. Creo que recordaremos esta marcha por mucho tiempo.