viernes, 2 de noviembre de 2007

1-11-2.007. La Bola del Mundo

En las fechas en las que estamos, y ante el previsible cambio de tiempo, nos apetecía subir por última vez a la Bola del Mundo, antes de que la nieve lo impida. Quedo con mi hermano en su casa, en Collado Mediano. Desde ahí, partimos por el camino que rodea el depósito de agua del Canal de Isabel II, hasta llegar a la Urbanización Reajo del Roble. Aquí cogemos ya la carretera que sube al Puerto de Navacerrada. Si habitualmente el tráfico es intenso, en esta ocación lo es todavía más. Se conoce que la gente quiere aprovechar bien el puente. Vemos a muchas personas con el cesto preparado para recoger setas. Otra cosa será que las encuentren. Da la sensación que hay más buscadores que ejemplares. Vamos subiendo a buen ritmo, hasta coronar el puerto. Nos sorprende no encontrarnos con más ciclistas. Puede ser debido a nuestra manía por madrugar, si se le puede llamar madrugar a salir de Collado Mediano a las 9 h. Una vez coronado el puerto, giramos a la derecha nada más entrar al aparcamiento e iniciamos la agonía. Metemos la maricona, también llamada plato pequeño, y nos disponemos a afrontar los últimos 3 km. Esta vez, afortunadamente, no sopla el viento. La última vez que intentamos subir, el día de la Clásica a los Puertos, soplaba tan fuerte que a media subida tuvimos que darnos la vuelta. Aquí entra en juego nuestro componente masoquista. No se entiende sino, que alguien pueda disfrutar de una subida en la que hay tramos con el 20% o más de pendiente. Pero así es, y metro a metro, golpe a golpe de pedal, vamos progresando hasta conseguir alcanzar la cima. Confirmo lo que comprobé en mi última subida, que han vallado todo el recinto, por lo que lo bordeamos por la derecha hasta llegar al vértice geodésico. Desde aquí, disfrutamos como siempre de las espectaculares vistas, nos hacemos las fotos de rigor y sin más dilación, dada la temperatura reinante, iniciamos el descenso. Habíamos pensado parar en el bar del telesilla, pero decidimos bajar hasta el puerto y en la terraza de Venta Arias, nos damos un homenaje con un caldo hirviente que nos reconforta el espíritu y sobre todo el cuerpo. Tan bien nos sienta que se nos quitan las ganas de pedalear, por lo que cambiamos otra vez de planes y en vez de bajar por el camino del Calvario, lo hacemos por la carretera, hasta llegar a la urbanización Serranía de la Paloma, en la cual nos desviamos por un camino que nos deja otra vez en el punto de inicio. El descenso se convierte en un suplicio por el frío, sobre todo para mi hermano que, muy valiente él, va con guantes cortos y coulotte de veranillo. Al final, el cuenta indica 37 km. De la media horaria mejor no hablamos, dado el tiempo que tardamos en subir hasta la Bola del Mundo. Pero lo más importante, objetivo cumplido.