Cada uno de nosotros tiene un día, más o menos triste, más o menos lejano, en que, por fin, debe aceptar que es un hombre.
Jean Anouilh
Es una tradición para nosotros subir todos los años, por lo menos una vez, a la Bola del Mundo. Obviamente, intentamos variar las rutas, aunque los últimos tres km desde el puerto de Navacerrada son invariables. En esta ocasión, optamos por iniciar la ruta desde Collado Mediano por carretera. Nos dirigimos a Los Molinos por el alto de la Serranilla. Este alto se suele subir varias veces en la clásica a los Puertos. Con la generosidad que caracteriza a los organizadores de carreras en este país, está catalogado como de 3ª categoría, cuando denominarlo tachuela ya supone exagerar su dureza. Una vez en este pueblo, tomamos dirección Navacerrada y, en el cruce con la carretera del puerto, a la altura de la Fonda Real, nos desviamos para coger el camino del Calvario.
Pinchazos, malditos pinchazos.
También podría llamarse del Apocalipsis, del Infierno, de la ira de Dios,..., o con cualquiera de esos epítetos tan positivos y agradables que abundan en la Biblia. Es como todo, con la práctica se le va cogiendo el puntito a la subida y juro que llegará el día en que no ponga pie a tierra ni una sola vez. Eso sí, cuando se llega a la zona de la estación de Navacerrada y se pisa asfalto, ¡cómo se agradece!. Aquí hemos tenido una de las anécdotas de la jornada. En el stop para coger la carretera del puerto, mi hermano no ha soltado a tiempo el pie del pedal automático y se ha caído cuan largo es. Típica caída para colgarla en youtube. Y no se le han acabado aquí las desgracias. Justo antes de coronar el puerto, ha pinchado. El tiempo empleado en cambiar de cámara nos ha servido para echarnos unas risas y descansar antes de afrontar la dura subida final. Se inicia ésta bordeando por la izquierda el edificio del telesilla, y ante nosotros aparece el primer rampón con una pendiente de dos dígitos. Menos mal que el firme es de hormigón y permite que las ruedas agarren bien. El que no se consuela es porque no quiere. Aquí no vale eso de que vamos ganando altura paulatinamente. No, aquí ganamos altura como si estuviéramos trepando por un andamio. Después de esa primera rampa bestial, llega una zona de descanso (de descanso, dice el jodío). En esta ocasión, hemos compartido la subida con muchísimos montañeros. Y nunca mejor dicho lo de compartir, pues íbamos prácticamente a la par. Cuando se remonta el collado que nos regala unas vistas espectaculares del valle de la Barranca (veo en el sigpac que se llama Ventisquero de la Estrada), comienza la parte más dura de la ascensión, primero con una serie de zetas enlazadas y después con una recta empinadísima. Aquí los globeros nos limitamos a ir a la mínima velocidad que nos permita no caernos de la bici. Hay quien no, hay quien se sube ésto casi esprintando. No tiene que ser bueno para el organismo semejante esfuerzo. Viene después de este tramo un pequeño descanso al llegar al telesilla.
Último esfuerzo de mi hermano en un marco incomparable, que diría el cursi.
Pequeño quiere decir eso, pequeño, no más de 50 mts para recuperar el resuello. Con el objetivo casi al alcance de la mano, afrontamos la última subida que nos sigue haciendo sufrir. Si miramos al frente, vemos ahí mismo los edificios pero no terminan de llegar. Si miramos al suelo, nos da tiempo a contar las rayas del hormigón. ¡Vamos, un último esfuerzo!. Ahí está, lo hemos conseguido. Desde el año pasado, han vallado el recinto, por lo que no se puede llegar hasta los mismos edificios. Todo el mundo opta por rodear el recinto hacia el sur, donde se disfrutan las mejores vistas. Ya se sabe que el ser humano es un animal de costumbres. Cada vez que llegamos aquí, hacemos los mismos comentarios: "¡qué maravilla!," "ésta vez he subido bien", "¡cómo molaría que llegara aquí una etapa de la Vuelta!", "algún día tenemos que bajar desde aquí al collado de los Pastores, en la Pedriza". Y por supuesto: ¡hace un frío del carajo!. Después de la fotos y barritas de rigor, iniciamos el descenso. De nuevo, nos cruzamos con numerosos montañeros y sobre todo, con muchísimos ciclistas, algunos de los cuales han echado pie a tierra incapaces de superar la dureza. Esto, para qué negarlo, nos reconforta. Nos demuestra que hay algunos ciclistas, pocos eso sí, más globeros aún que nosotros. ¿Alguien lo dudaba?
Una vez en el puerto, paramos un momento para comprar unos Aquarius y, dado que se nos ha hecho bastante tarde, optamos por bajar por carretera. No es una opción que nos agrade mucho. Primero por el peligro que supone, en una carretera con tanto tráfico, y segundo porque con las velocidades que se alcanzan, la sensación de frío es muy acusada.
El algodón no engaña. Altitud: 2.255 mts
Cuando llegamos a Navacerrada pueblo, paramos un momento a ver la competición de descenso que se está disputando, del Open de Madrid. Después, continuamos bajando y a la altura de la Urbanización la Serranía de la Paloma, dejamos la carretera y tomamos una pista que nos lleva rápidamente al punto de inicio, en Collado Mediano.
Al final han salido 42,50 kmo. Como casi siempre, he colgado la ruta
aquí, en wikiloc.
1 comentario:
muy bonito, reirte así de tu hermano
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